sábado, 31 de diciembre de 2016

¡Camínale!

Por alguna extraña razón - o producto de miles de años de evolución - a los seres humanos nos gusta medir, para centrarnos en un punto determinado... del mundo, del universo, de la vida.
Medimos el tiempo, la distancia... y así intentamos ubicar el punto exacto en el que nos encontramos en un momento dado; decimos "aquí y ahora" para establecer que venimos de algún punto y - posiblemente - vamos hacia otro.
Otros seres vivos siguen el ciclo que les marca el orden del universo... nosotros nos resistimos a ello, lo aprendemos desde la más temprana edad, y esto - dirían los budistas - es el origen del sufrimiento, porque siempre anhelamos algo que ya no tenemos.
Pero la realidad es que no llegaríamos a ser lo que somos, si no tuviésemos la facultad de mirar hacia algo que deseamos; aunque este deseo no siempre lo veamos realizado tal como lo imaginamos... a veces se cumple incluso sin que nos demos cuenta.
Hoy recordé una lección de vida, que siempre- en el mismo lugar y la misma circunstancia - me repito... y tengo muy presente a quien me la impartió... porque tiene que ver con las prisas de uno y la naturaleza de las cosas: la segunda vez que subí a la Malinche - 20 años o más de distancia con la primera - me encontraba en condiciones muy semejantes, me explico - escasa condición física (aunque no tan mala dado que llegué), más arrastrada por el grupo (¿y cómo yo no?) y la curiosidad que por una auténtica convicción de trepar el cerro... y eso sin contar el ego ("yo lo hice")... en realidad el montañismo es una de esas extrañas cosas que le ocurren a uno en donde el debate es ¿me lo pierdo o lo vivo?... 
Pues así, estaba yo... el ascenso era en grupo y algo de lo que no me percaté es de la maravillosa responsabilidad de los guías, porque ellos tienen que asumir el paso del grupo, apoyar a los rezagados, respetar al que quiere decir "hasta aquí llego" y persuadir a los necios (dado el caso) para que respeten la montaña... pues no se trata de vencerla - es imposible - sino de aprender a comulgar con ella.
Parece fácil - en distancia se puede decir que es mínimo - pero cuesta arriba, 50 metros no es lo mismo que en terreno plano... y me fui retrasando ... allí estaba, con la prisa del grupo y en el más absoluto desgaste tratando de subir... cuando Luis Miguel Román - que de alguna forma iba como guía - redujo el paso y hasta que llegué junto a él...
"Mira" - me dijo - "cuando yo siento que se me hace difícil la subida me voy marcando metas pequeñas... voy a llegar hasta ese árbol, cuando llego pienso, ahora hasta ese otro... y así sucesivamente"... en esa segunda ocasión, mucho mejor que la primera vez que subí, o que subí al Nevado de Toluca (no tengo más altas montañas en mi historial, hasta el momento)...de pronto llegué hasta el espinazo ese que lleva a la cumbre (que es un sendero plano, el el borde de la montaña)... nunca se me ha olvidado... y me acuerdo de esto los días en que tengo que subir otras pendientes (físicas o mentales) y logro acallar a ese demonio que me susurra "no puedes", "pero ¿cómo todavía?", "¿Por qué los demás sí?"...
Uno tiene su propio ritmo, uno divide las etapas de su viaje de acuerdo a sus propias capacidades... lo que es un hecho, es que para tropezarse con las maravillas de la vida, para realizar sueños, para cerrar ciclos o plantearse nuevas metas... hay que caminarle...
¡Que tengas un gran 2017!


1 comentario:

  1. Ups! El llanto llega a mis ojos Grace, un mundo de emociones hacen nudo en mi garganta, celebro que te haya sido trascendente coincidir con nosotros en el camino de la montaña, GRACIAS por el cariño que imprimes para compartir con más personas la búsqueda de metas para este nuevo año 2017, ¡recibe mis bendiciones llenas de esperanza!

    ResponderEliminar