domingo, 24 de abril de 2016

Lo que no puede suplir google

Hace cientos de años, un comerciante veneciano emprendió un viaje que transformó la historia de Europa, desde la gastronomía hasta la guerra... y entre todos los "tiliches" que vino cargando de la China, nos presentó la brújula.
Un personaje en sí misma dentro de la literatura, y para  mi un símbolo del papel que juega la ética en nuestras vidas. La ética no es moralina, es decir, la ética es la reflexión que llevamos a cabo - de manera individual o colectiva - sobre el valor de las acciones, la responsabilidad que asumimos y las consecuencias de las que debemos hacernos cargo.
Cuando afirmo que "no es moralina" me refiero al hecho de que el auténtico ejercicio de la ética se refiere a uno mismo, antes que al juicio y calificación (o descalificación) sobre las acciones de los demás, como si quisiéramos ocultar nuestras fallas evidenciando las de otros, pésimo ejercicio y nula oportunidad de crecimiento.
Tal vez sean los tiempos, la angustia colectiva, la incapacidad de encontrar un sentido propio y el atestiguar que muchos esfuerzos representan gasto de energía pero no resultados lo que nos lleva a la descalificación del otro. Erigirnos como jueces, acusar sin conocer todo el panorama, desgarrarnos las vestiduras al tiempo que apuntamos el dedo señalando "mira lo que hace", "está totalmente equivocado", mientras buscamos afirmar lo bueno y decente que somos, no es un ejercicio que apunte a dar firmeza a un tejido social lastimado y frágil como el que vivimos en estos días.
Las redes sociales, redes sociales electrónicas - les llamaría - han sido la ventana que en estos días me ha llevado a asomarme a este ejercicio tan humano de denostar a los demás mientras, tal vez, busco afirmarme como una "buena conciencia", pero esto solo está en la superficie,
¿Qué nos tiene tan enojados?
Hace poco me topé con una novela, del Premio Nobel de Literatura 2012 Mo Yan, donde deja caer, entre la dolorosa y terrible narración de la lucha del municipio de Gaomi Noreste durante la guerra Chino-Japonesa, una afirmación que cae como plomo en medio del presente:
"A veces me asalta la idea inoportuna de que existe un nexo entre la decadencia de la humanidad y el aumento de la prosperidad y el bienestar. La prosperidad y el bienestar son objetivos conscientes y a la vez predeterminados para las luchas del hombre; esto produce una inevitable, profunda y aterradora contradicción, porque al buscar la prosperidad y el bienestar la humanidad se despoja de muchas de sus mejores cualidades."
Es cierto, algo sucede cuando como humanidad trazamos una ruta hacia una vida de "prosperidad y bienestar" basada en bienes materiales, aspiraciones y estilos de vida que solo favorecen a unos cuantos; algo nos sucede cuando perdemos la referencia de la solidaridad y - porqué no decirlo - la compasión, que son fundamentales para crear y recrear nuestras vidas.
Quizá el rumbo de la prosperidad y el bienestar divergen de aquella aspiración hacia la "vida buena".
Me estoy cansando de leer sobre tantos unos denostando a otros, de que nuestros comentarios evidencien que nos juzgamos incapaces de superar estos momentos, de actuar de manera constructiva, hablar como personas entre personas, pensar y mirarnos en el espejo que somos todos con quienes nos topamos en el día a día... pero me ha tocado descubrir que al parecer estamos equipados - biológica y psicológicamente equipados - con los mecanismos que nos permiten como individuos y como parte de un grupo, de recuperar y restaurar lo que necesitamos para vivir bien... y si bien la ciencia que nos retrata como entidades biológicas avanza y penetra a niveles insospechados en nuestros cuerpos y funcionamientos, solo puede reconocer que no es la biología, sino la psyché, la razón y la voluntad la que puede llevarnos a enderezar el rumbo de nuestras aspiraciones... 
Los componentes de esa brújula, que nos lleva por el rumbo del horizonte hacia la vida buena, una Utopía posible, si queremos ... 



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