miércoles, 11 de mayo de 2016

Apocalipsis ¿cuándo?

Tiembla en Japón, tiembla en Ecuador, tiembla en la Ciudad de México ... y comienza a desatarse la incertidumbre, compañera desde que los seres humanos - por alguna extraña razón, o más bien, precisamente a consecuencia de ella - cobramos conciencia de nosotros mismos y de lo pequeños que somos ante la maravilla de la Vida que nos rodea, de la misteriosa Sincronía del Universo, de aquéllo de lo que nunca hemos sido dueños, pero ¡ah! como quisiéramos serlo... el tiempo y el futuro.
Rumores van, rumores vienen y las redes se adueñan de nuestros miedos... tendríamos que saber cuándo, cómo, dónde, quién pone los límites a nuestra existencia...
Así sucedió en el año 1000, d.C. en las vísperas del 2000, y ahora al parecer nos toca el fin del mundo para el próximo viernes... 13 para mayor desgracia.
Perdón, pero en estos casos soy tan descreída como Umberto Eco (q.e.p.d.), quien en lúcidos e interesantes ensayos y en su obra "Baudolino" ironizó sobre toda esta tendencia humana, que al parecer ni el conocimiento de la Física, la Química o la Biología (así, con mayúscula porque se trata del corpus de las Ciencias Naturales) nos ha podido quitar: seguimos tan presos de la contingencia y el azar como cuando vivíamos como cazadores-recolectores... y nada de lo que hemos desarrollado, inventado y dominado nos puede llevar a controlar a la Tierra, que se gobierna por sí sola, ni al orden del Universo.
La incertidumbre, al parecer, es característica de la especie humana... para contrarrestarla inventamos la esperanza y la fe... y esto que puede sonar tan simple y tan frío, en el contexto de nuestras vidas resultan motores muy importantes, porque detonan mecanismos que - no puedo saber si en otras especies existen - nos han permitido llegar a ser quienes somos, vivir como vivimos y darle valor a las personas y los acontecimientos.
Incluso, nos permiten dejar a un lado esa inquietud apocalíptica utilizando nuestras mismas ideas para vacunarnos contra ella.
Hace más de veinte años llegué a vivir a un rincón de México que combina la pos-modernidad con los usos y costumbres... y en ese entonces, como en otros lugares, el teléfono no solo servía para pedir pizzas, sino también para vacilar, amenazar, asustar, engañar... recuerdo una ocasión en que llamaron a la casa hasta en tres ocasiones con amenazas de muerte... no era asunto fácil, en plena efervescencia del conflicto zapatista... pero a la cuarta llamada, quien respondió fue la empleada del hogar, que en ese momento estaba sola en casa... cristiana y sumamente devota... llego a la casa y me dice:
"Señora, llamó una persona diciendo que llegaría dentro de poco para matarla... y yo respondí "Está usted totalmente equivocado, dice la Biblia que nadie conoce la hora de su muerte, excepto Dios, así que déjese de tonterías"... ¿creerá que me dijo pen...  y colgó?"
A veces las mejores respuestas llegan de fuentes inesperadas.


No hay comentarios:

Publicar un comentario