viernes, 10 de junio de 2016

De vocación textil

Mi Tata fue un gran coleccionista de cosas extrañas, fotógrafo de los antes (con cuarto de revelado y otras lindezas), lector, andariego y amante de la buena comida mexicana... y de otras linduras, porque tomaba tequila y mezcal cuando no estaban de moda (también tomaba cognac, fumaba puros y jugaba dominó, en mi memoria es a lo que el dominó huele... a puro y a cognac).
Esto me heredó el gusto por las artesanías, particularmente por la cerámica y los trapos - es decir - por los textiles... y aquí, en Chiapas, mis amistades de antes y de ahora no me van a desmentir... si hay algo que me chifla en serio son los trapos, su manufactura, sus brocados y bordados y las diferentes formas en que se convierten en objetos de uso cotidiano, o en propuestas estéticas y representaciones semióticas cuyo valor está muy por encima del precio... he ocupado las tardes, al cierre de la jornada de trabajo - e incluso como parte de esta, porque los alumnos están trabajando con una organización de tejedoras, tejedores y bordadoras, en pasármela como niña encerrada en una dulcería tratando de decidir en qué se va a gastar los $10.00 que trae en la bolsa... ¡que cosa tan difícil!
En mi primera etapa en Chiapas aprendí que las regiones de los Altos se diferencían por lo que producen, particularmente por la artesanía - la cerámica y los textiles. Santa Lucía (patrona de las costureras, tejedoras y bordadoras) tiene su barrio en San Cristóbal, y si mal no recuerdo, está presente en muchas de las iglesias locales que se distinguen por el trabajo artesanal mayoritariamente de las mujeres: bordar y tejer en telar de cintura es trabajo de mujeres, junto con el preparar el nixtamal, echar tortilla, criar a los hijos y demás tareas... no más de una hora diaria para crear obras de arte que en este espacio se regatean, se abaratan y se confunden con trabajos industrializados provenientes de otros estados y de Guatemala... finalmente, al mercado que no conoce le da lo mismo... por eso también uno encuentra tiendas de ropa de la India en cada cuadra, puede comprar rebozos de $45.00  si le agarra el frío o dejarse sorprender en tiendas que ofrecen textiles a precios cotizados en euros, pero que no representarán ganancias para quienes los elaboraron.
Podría pasarme un mes aquí (ah, perdón, me lo estoy pasando) tratando de aprender sobre el valor de algunos productos, porque muchos requieren dos cosas: una visión estética y otra visión ética... ya después podríamos hablar de cuánto pueden representar en realidad.
Yo todavía tengo una colección de pecheras bordadas (es lo que queda de mis blusas de hace quince años) que aguardan un buen proyecto para reciclarlas... tengo idea, pero soy muy experimentadora, poco disciplinada (hago las cosas al aventón, pues) y si bien sueño con una colcha muy particular, todavía no me hago del tiempo y el espacio para hacerlo... quizá debiera tener la paciencia de esas mujeres, que solo le dedican una hora diaria a su trabajo en el telar para gestar maravillas desde sus manos.


No hay comentarios:

Publicar un comentario