miércoles, 2 de diciembre de 2015

Con brújula, pero sin saber cómo utilizarla

"De nada sirve, de nada tener un arma cargada si no la saber usar"
Alberto Cortez,
Treinta monedas.

La moral es un brújula, gracias a que existe un marco normativo que nos permite calificar lo correcto o lo incorrecto aprendemos que nuestras actuaciones se fundamentan en razonamiento, decisión y responsabilidad.
No es el afán llenar esto de lugares comunes y subjetividades como que "ya no hay valores", que "los jóvenes de hoy son más difíciles de tratar que los de antes" y lindezas por el estilo porque me aterra poner en mi boca o en mis escritos las mismas generalizaciones que - si pudiera - me llevarían a atacar la yugular de quien las emitió (por ejemplo, el que las mujeres que trabajamos tenemos la culpa de tanto joven descarriado).
Más bien, quiero referirme a relatos y hechos... que confirman que los relatos son espejo de nuestra propia naturaleza, porque desde allí provienen.
A sugerencia de más de un colega, dejé como tarea en el curso de ética la lectura de "Nada" de Janne Teller, libro que está emparentado con "El guardián sobre el centeno" de J.D. Salinger, o "El Señor de las Moscas" de William Golding: nos retrata a la humanidad adolescente, que no difiere mucho de la humanidad adulta cuando se trata actuar con completo desconocimiento respecto a la dignidad que nos es inherente a los seres humanos.
Los resultados me han sorprendido, porque la reflexión tenía que llevarse a cabo en el marco del concepto de dignidad... una idea para la que hemos buscado una definición desde tiempos remotos (¿cuál es el valor que tenemos los seres humanos? ¿todos tenemos el mismo valor?), para la que hay que hacer un esfuerzo de imaginación que nos permita aprehenderla... imaginarnos a nosotros mismos, imaginar al otro - que es como uno, imaginación - sin embargo - encausada con inteligencia y esfuerzo, porque debe rebasar emociones, apremios, pasiones...
¿Qué hay en común entre los tres relatos que menciono? la necesidad de los jóvenes protagonistas de responder ante un marco de referencia moral cuando una situación los pone al límite, los reta a resolver el problema, y en lugar de buscar una solución imaginativa, que se construya paulatinamente, intentan una solución definitiva que provoque un resultado "mágico", de acuerdo con lo que él-ella o ellos perciben que debe ser la realidad.
No es que sean ajenos a la moral, ni a la ética... se trata de personas perfectamente capaces de distinguir qué es lo correcto, pero no se detienen a reflexionar sobre los pasos que permitirían llegar a una solución constructiva... algo que llevaría tiempo, y algo de frustración.
En resumidas cuentas, tal vez los relatos nos sirvan como un espejo sobre las maneras en que podríamos llegar a actuar ante cierta circunstancia, y el efecto debe ir más allá de la emoción que nos provoca la narración sobre nuestra propia capacidad de equivocarnos... debería llegar a un plano más profundo para llevarnos a establecer cuál es la manera apropiada en que debemos emplear esa brújula que llamamos ética.

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